Cuando las personas llegan a la consulta de un psicólogo, pueden traer con ellas, ciertas elaboraciones mentales acerca de sus problemas. Muchos de los consultantes ya han tenido contacto con la atención primaria, es decir, su primera experiencia hablando de sus problemas psicológicos se ha desarrollado en la consulta de un profesional de la medicina.
Muchas de las personas que acuden a la consulta, han tenido contacto con el consumo de fármacos de tipo antidepresivo, ansiolíticos o hipnóticos (medicamentos que inducen al sueño). Posiblemente también han buscado información en internet, y se han intentado documentar acerca de que es lo que les ocurre en un intento de dar explicación y respuesta a sus problemas.
MAPA MENTAL
Todas las situaciones mencionadas anteriormente, contribuyen a crear un mapa mental, con una serie de significados, acerca de lo que implica tener un problema psicológico. Las personas llegan a la consulta con hipótesis y teorías acerca de lo que les ocurre y en muchos casos las palabras trastorno, enfermedad y patología son las primeras en aparecer.
Sin embargo, desde mi modelo de intervención terapéutica, no hablamos ni de trastorno, ni de enfermedad, ni de patología, hablamos de problemas de la vida, que se explican por una historia personal, única e irrepetible. Hablamos de abordajes individuales, imposibles de reducir a categorías diagnosticas como: trastorno depresivo, trastorno bipolar, trastorno de conducta, etc.
Hablamos de biografías únicas, con historias de aprendizaje y formas de responder ante lo acontecimientos de la vida, hablamos de estresores, de acontecimientos vitales desafiantes, que nos retan como seres humanos, que nos ponen a prueba, y ante los cuales podemos vernos francamente desbordados.
CONSUMO DE FARMACOS
Teniendo en cuenta todo lo anterior, la intervención psicológica, no puede reducirse a el consumo de fármacos, si bien, estos pueden requerirse de forma puntual y en situaciones muy específicas, no podemos reducir la solución de los problemas de la vida a una caja de pastillas. El ser humano es demasiado complejo para solucionar sus problemas con recursos tan simples.
Una experiencia de abuso sexual en la infancia, de abandono o negligencia por parte de las figuras de apego, un acontecimiento traumático, las reacciones ante un duelo o una ruptura, la necesidad excesiva de estar con una determinada pareja, entre muchas otras problemáticas, no son enfermedades, son respuestas o formas de reaccionar, ante el dolor.
Es verdad que muchas de estas reacciones no resultan funcionales ni adaptativas, por ejemplo, en el caso de las personas que experimentan depresión, la respuesta de quedarse encerrado en casa indefinidamente y de aislarse de los demás, solo va a contribuir a empeorar aún más toda la situación de la persona, ya que en su aislamiento, pierde el contacto con las cosas reforzantes de la vida (un paseo con su familia, tomar algo con sus amigos, conversar con sus compañeros de trabajo, comer acompañado de sus seres queridos, etc), pierde oportunidades, con lo cual la autocrítica y la percepción de fracaso personal será demoledora, tendrá demasiado tiempo para pensar, con lo cual rumiara sin descanso acerca de sus problemas, las personas del entorno se empezaran a cansar y posiblemente se alejen al no saber como responder ni que hacer.
NO ES FUNCIONAL
Todo lo expuesto anteriormente configura un problema, ya que no es funcional, y acarrea pérdidas de todo tipo. Pero el hecho de que no sea funcional, no implica que sea una enfermedad o un trastorno. Implica que hay una circunstancia de pérdida, de duelo, muchas veces la persona no ha perdido a un ser querido o ha roto una relación, pero ha perdido un anhelo, algo muy importante, o tal vez ha sentido ansiedad durante tanto tiempo, que ahora se encuentra agotada y con deseo de “retirarse” de la vida.
En cualquier caso, una exploración exhaustiva y detallada, tanto de su problema actual, como de su biografía personal, incluyendo sus aprendizajes y formas de responder ante el dolor, serán las claves, que nos ayudarán a sacar a la persona de dicha situación. Prescribirle un fármaco, será como darle un analgésico a alguien que tiene un brazo fracturado, posiblemente el analgésico consiga disminuir parcialmente el dolor, pero el problema sigue allí y se hará insostenible si no lo tratamos como se requiere, posiblemente el analgésico no funcione indefinidamente y pierda su eficacia con el tiempo. Es por esta razón, que utilizar fármacos como forma exclusiva de salir de un problema como el mencionado anteriormente, no nos resultará útil ni sostenible a largo plazo.
EFECTOS DAÑINOS
Uno de los efectos más dañinos que puede tener el tratar a las personas como enfermas o trastornadas, es quitarles poder sobre su propia vida, sobre su propia conducta, muchas personas al pensar que están enfermas, adoptan un rol pasivo y sienten que no pueden hacer nada ante su enfermedad, por su parte el entorno desarrolla conductas de sobreprotección, y la persona se va sintiendo incapaz, indefensa y ello aumenta su percepción de poca autoeficacia, unida a sentimientos de desesperanza, indefensión, incompetencia, creándose un círculo viciosos muy nocivo y difícil de romper.
Por lo tanto, la intervención debe tener en cuenta a la persona de forma íntegra y global, teniendo en consideración que su conducta siempre tendrá una explicación, bien sea en su historia de vida, bien sea en sus circunstancias personales o en la combinación de ambas, generalmente será una interacción entre historia y acontecimientos actuales, pero nunca reduciendo la etiqueta diagnostica (trastorno) ni a tratamiento basado en fármacos de forma exclusiva.