La envidia, posiblemente la emoción más controvertida de todo nuestro repertorio emocional, nos resulta mucho más fácil admitir que tenemos miedo o que estamos tristes, ansiosos, incluso que sentimos culpa. Pero con la envidia pasa algo diferente ya que culturalmente y socialmente la envidia es un sentimiento demonizado, supuestamente asociado al odio y a la destrucción del otro. Con lo cual admitir que tenemos envidia nos convierte automáticamente en personas malas y esta percepción ataca directamente nuestro autoconcepto. La envidia es una emoción muy censurada, muy estigmatizada y que produce enorme vergüenza.

Para poder entender la envidia, tenemos que mirarla de frente, desentrañarla, sacarla de la oscuridad en la que vive, ¿pero que es realmente la envidia?

Si nos vamos a la definición de la real academia de la lengua, la envidia consiste en sentir pesar o tristeza por el bien ajeno. Ya a partir de esta definición empezaremos a ver que tenemos creencias que desmontar en relación a la envidia, ya que esta descripción no es del todo acertada y ahora vamos a ver por qué.

La envidia en realidad no consiste tanto en sentir tristeza por el bien ajeno, consiste más bien en sentir tristeza por algo que a mí me falta, algo que no tengo y es importante para mí. En esta línea la envidia sana no busca la destrucción del otro, ni de las cosas que este posee, que pueden ser bienes materiales, cualidades, relaciones. La envidia es en realidad deseo de igualdad.

La envidia

Así pues, la envidia parte de confrontar de forma negativa lo que yo tengo con lo que el otro tiene. El hecho de que la otra persona posea algo de lo que yo no dispongo es un recordatorio de que existen otras realidades posibles a las que yo no puedo acceder.

 
Vamos a ver a continuación, algunas de las características de la envidia:

1) La envidia es transcultural y universal, además tiene base biológica. Es decir, la envidia está presente en todas la culturas y sociedades, y tiene base innata porque está presente desde que somos muy pequeños, no necesitamos que nadie nos enseñe a envidiar. Es una emoción que surge por si sola, hace parte de nuestro equipaje emocional, es natural sentir la punzada de la envidia en algún momento de la vida, es intrínseco al ser humano.

2) Surge de la comparación, como seres humanos la comparación es inevitable. Todas las personas somos máquinas de hacer comparaciones, es más, si nos fijamos bien en todos nuestros pensamientos durante un solo día, observaremos como están cargados de comparación. Con lo cual, intentar no comparar es como intentar apagar nuestro cerebro y no pensar. Es posible que en nuestra historia evolutiva como seres humanos la comparación se haya convertido en algo realmente importante y que sea el verdadero motor de muchos de los logros que hemos obtenido como especie.

3) Curiosamente los seres humanos tendemos a compararnos siempre al alza, es decir nos comparamos con aquellos que están mejor. Nunca o casi nunca hacemos un ejercicio de comparación en el sentido opuesto, a la baja, es decir con aquellos que están peor que nosotros.  Posiblemente esa forma de compararnos sea útil en la medida que nos alienta a buscar siempre cosas mejores para nosotros.

4) Reconocemos muy pocas veces la envidia en nosotros mismos, pero somos enormemente hábiles para reconocer la envidia en los demás. Cuando percibimos esa punzada de envidia tendemos a poner en marcha mecanismos de defensa como la negación o la minimización.

5) La envidia sana existe, aunque muchos opinen lo contrario, mientras no vaya acompañada de odio y de deseo de destruir al otro, no tiene por qué ser patológica, ni considerarse peligrosa.

6) La envidia se da casi siempre entre personas cercanas, familiares, amigos, con los cuales podemos identificarnos. Es decir, envidiamos a personas muy próximas con más probabilidad que a personas lejanas como puede ser personajes públicos o famosos con los cuales hay una enorme distancia.

7) La envidia nos genera grandes sentimientos de culpa y de vergüenza. Decirle a una persona que es envidiosa es considerado prácticamente un insulto.

En resumen:

La envidia es un sentimiento natural, que surge del deseo de igualdad. Todas las personas la experimentamos en algún momento a lo largo de nuestra biografía y si no genera gran malestar en forma de tristeza o menoscaba nuestra autoestima, debe ser considerada como una emoción más, sin dotarla de connotaciones negativas que generen aún más malestar.

En la actualidad, con el auge de las redes sociales, la envidia es un sentimiento que se observa mucho en consulta, especialmente en población adolescente. Incluso el psicólogo Ethan Kross, afirma que estamos viviendo el momento más envidioso de la humanidad.

La envidia
Y entonces: ¿Qué hacemos con la envidia?

Lo primero que debemos hacer es naturalizarla, normalizarla y entenderla como parte de nuestro repertorio emocional. Lo segundo es conseguir quitar el estigma negativo de la envidia para evitar que genere emociones asociadas de culpa y vergüenza. Este objetivo lo podemos conseguir a partir de una pregunta que plantea el psicólogo argentino Norberto Levy y que planteo a continuación:

Si tuvieras la posibilidad de realizar un deseo y tuvieras dos alternativas cual elegirías:

Primera alternativa: la persona a la que envidias pierde aquello que ella posee y que tu deseas.
Segunda alternativa: tu logras alcanzar tus deseos y la persona envidiada mantiene lo que tiene sin perder nada.

Todas las personas contestan que elegirían la segunda opción. Esto nos viene a decir que la envidia no busca la destrucción del otro, si no la realización de los propios objetivos. Con esta sencilla cuestión hemos quitado un porcentaje importante de culpa y vergüenza a la persona y con eso le estamos ayudando bastante.

Por todo lo anterior, cuando la envidia venga a visitarte, escúchala porque habla de tus deseos, dale cabida en tu vida, no la censures. Si ves que te ayuda e impulsa a obtener logros trabaja en dirección a ello, si ves que envidias algo que se escapa de tu control, acoge la emoción sin cuestionarte, como lo que realmente es: deseo de igualdad y no deseo de destrucción del otro. En una próxima entrada, seguiremos hablando acerca de esta compleja emoción y como tratar con ella.

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